Emmi Pikler (9/1/1902 – 6/6/1984) 

Fue una médica formada en Viena que se instaló como pediatra en Budapest en los años 1930. 

Su visión del niño pequeño – un ser activo, competente, capaz de iniciativas – le lleva a convencer a las familias que ella acompaña de lo adecuado del desarrollo motor autónomo y de la importancia de una actividad auto-inducida y conducida por el niño mismo. 

Entre 1946 y 1979 dirigió, a petición del gobierno húngaro, un orfanato ubicado en la calle Lóczy de Budapest. Allí pudo poner en práctica sus ideas.

  1. Acompañar antes que enseñar

Intentar enseñar a un niño algo que puede aprender por sí mismo no sólo es inútil, sino también perjudicial.

En ocasiones, las cualidades de los niños nos deslumbran hasta tal punto que caemos en la tentación de pretender ‘acelerar’ sus procesos de aprendizaje. 

Emmi Pikler nos enseñó a permitirles descubrir su propio camino. No sólo hay enseñanzas al final del trayecto: el viaje en sí mismo es rico y valioso.

  1. Reflexiones a partir de la alimentación

Si un bebé gira la cabeza cuando le ofreces otra cucharada de verdura, te está diciendo claramente: «no quiero más». Entonces, ¿por qué tú, adulto sensato, quieres darle otra cucharada, diciendo «una más por mamá» o «abre el túnel, que viene el tren»? 

Al hacer esto envías un mensaje a tu bebé: «sé que estás transmitiéndome un mensaje, pero lo estoy ignorando».

Los niños devuelven a sus padres lo que reciben de ellos. Imagina dónde acabará todo esto cuando pasen unos cuantos años…

  1. Jugar es descubrir el mundo

En el niño, incluso en el bebé, hay por naturaleza un inagotable y creciente interés en el mundo y en sí mismo. No es necesario ‘entretener’ a un bebé. Puede jugar durante horas, días e incluso meses con los objetos que consiga.

En el juego libre de los niños no hay tiempo perdido. Jugar es su manera de descubrir su entorno, sus emociones y la realidad en la que viven. El juego no es sólo una cosa de niños, pero las prisas sí suelen ser únicamente cosa de los adultos.

  1. La maravilla del movimiento libre

Si les damos a los niños el espacio y las posibilidades necesarias para moverse en libertad, lo harán con tanta belleza y gracia como animales: con agilidad, sencillez, confianza y naturalidad.

El adulto también tiene un papel decisivo en su desarrollo. Una de sus funciones más importantes es la de preparar un espacio seguro y atractivo para el movimiento libre. 

Si lo hacemos de la manera adecuada, sólo nos quedará acompañarlos y disfrutar con sus progresos.

  1. Moverse es crecer

Un niño se inclina, se estira, hace pequeños movimientos como una oruga, lentos y graduales. 

Es una de las etapas más importantes en su desarrollo motor. Dura varios meses. 

Durante ese tiempo desaparece la asimetría del tronco con la que nace el niño.

A través de estos movimientos naturales, la columna se endereza y el tronco se vuelve elástico, flexible y musculoso. No puedo decir cuán importante es esta etapa de desarrollo.

Emmi Pikler estudió en profundidad la manera en que crece y se desarrolla el cuerpo de los niños. 

El conocimiento experto ratificó lo que siempre había intuido: el movimiento libre es determinante desde todos los puntos de vista. Desde el físico al psicológico, pasando por el emocional y el socioafectivo.

  1. Observa, deja que aprenda… y aprende

Nunca tomaremos el control de los juegos de un niño, ni esperaremos que juegue de la manera que imaginamos que debería. 

Observamos si quiere jugar y, si lo hace, cómo quiere jugar. 

¿Qué puede hacer el niño con el juguete y qué quiere hacer con él? 

Cada niño puede jugar de una forma distinta con el mismo juguete. 

A veces las diferencias son pequeñas, pero esenciales. 

Lo fundamental es que el niño descubra por sí mismo todo lo que pueda. 

Permitiremos que experimente de manera individual y de acuerdo con su desarrollo. 

No le apremiaremos. No le alentaremos a hacer cosas para las que no esté preparado. 

No alabaremos sus éxitos de forma exagerada.

Además de preparar el espacio para el juego libre, el adulto también debe observar atentamente al niño. No es una cuestión de importancia menor. Debemos estar preparados para saber en qué aspectos fijarnos y adaptar los materiales y el espacio a la etapa de desarrollo del niño.