Sanar en un acto de Amor
¿Alguna vez pensaste que eso que te preocupa de tu hijo puede ser un dolor guardado tuyo? ¿Te animas a descubrir
y sanar los dolores que aún viven dentro tuyo y que tu hijo, a través de sus síntomas, viene a mostrarte?
Desde una mirada espiritual, los hijos no vienen a este mundo como hojas en blanco. Traen consigo una profunda
conexión con la historia emocional de quienes los precedieron. No sólo heredan nuestros gestos o rasgos, sino
también nuestras emociones no resueltas, nuestros silencios, nuestros miedos.
A veces, sin saberlo, cargan con lo que nosotros no supimos nombrar. Y lo expresan con su cuerpo, con su
comportamiento, con su dolor. No para hacernos daño, sino como un grito de amor, como un llamado de atención
del alma que dice: “Mamá, papá, miren esto… aún está aquí.”
Es entonces cuando la vida nos invita a detenernos, a mirar hacia adentro, a preguntarnos con honestidad:
¿Qué me duele todavía? ¿Qué historia no he cerrado? ¿Qué parte de mí pide ser amada y aceptada?
Cuando tenemos el coraje de emprender ese viaje interior, de sanar nuestras heridas, nuestros hijos lo sienten.
Porque, así como sienten nuestras angustias no expresadas, también perciben cuando empezamos a liberarnos. Y
muchas veces, su síntoma cede, su cuerpo descansa, su alma sonríe. Porque ya no necesitan cargar con lo que no les
pertenece.
Sanar es un acto de amor. No solo hacia nosotros mismos, sino hacia quienes más amamos.
Por eso, si hoy tu hijo te duele, mírate con ternura.
Quizás lo que más necesita… es que tú también te abraces.
Karina Logiovine
Consultora certificada en Bioexistencia Consciente